Por Rogelio M. Díaz
Moreno
Todavía nuestro machacado país va a permanecer un buen
tiempo conmocionado por las secuelas del huracán Sandy. El siniestro evento
ensombreció las vidas de muchos cubanos de muy mala manera. Las personas que
piensan en restañar heridas, reconstruir vidas y seguir adelante no dejarán de
unir, al trabajo de recuperación, las interrogantes y los anhelos relacionados
con las formas de enfrentar las amenazas, disminuir sus efectos y superar luego
las afectaciones reversibles –las vidas perdidas, lamentablemente, ya no son
recuperables.
Se puede decir que no se esperaba la magnitud de daño que
se constató después del paso de Sandy. Uno guarda la impresión de que las
instituciones involucradas en la Defensa Civil han trabajado con mayor eficacia
en eventos anteriores, cuando se han presentado huracanes de mayor intensidad y
que han recorrido mayores trayectos por el territorio nacional. Se cuenta con
una historia muy meritoria en esta esfera, y nuestro país ha sido paradigma de
organismos internacionales en el enfrentamiento de estas catástrofes naturales
así que, aún cuando los fallecidos en nuestra patria por Sandy hayan sido poco
numerosos en comparación con otras naciones –incluso otras de mucho mayor
desarrollo– fueron más que en otras ocasiones, y queda la rabia y la frustración
de que se podía haber hecho una mejor prevención.
Por ejemplo, se puede constatar que cuando la llegada del
meteoro era inminente, tan solo se declaró la Fase Informativa, como consta
en la página de noticias nacionales del diario Granma del día 24 de octubre.
Como sabrá el lector cubano, tenemos una fase de mayor nivel de acción, la de
Alerta Ciclónica, que no llegó a establecerse. Al día siguiente, 25 de octubre,
ya el huracán había pasado y se declaraba
la Fase de Recuperación. Lo que pasó no puede remediarse, pero sí servir de
experiencias para el futuro, para el que esperamos que los esfuerzos de
prevención estén a la altura que se extrañó en esta última ocasión.
No es ocioso remarcar que las alteraciones climáticas que
ha provocado la acción humana, con la emisión de gases de efecto invernadero,
han hecho más probable la aparición de fenómenos meteorológicos más salvajes y
amenazadores. Ojalá se pueda avanzar en la conciencia de este fenómeno y la
necesidad de revertirlo sin lecciones tan amargas como la de estos
huracanes.
Ahora cabría añadir un par de consideraciones sobre las
condiciones de recuperación. En condiciones excepcionales se hace más urgente
avanzar “sin pausas”, pero también con algo más de prisa, en la implementación
de políticas que alivien las situaciones de penuria. Luego de restablecidas las
condiciones básicas –agua corriente, electricidad, transporte, etc.– la
población va a enfrentar las mismas carencias previas al huracán –alimentación,
vivienda–, con el añadido de las afectaciones de Sandy. Se pueden transformar
varias condiciones que no ayudan en la solución a los problemas de estas
esferas.
Por ejemplo, todo el que ha leido los periódicos
oficialistas ha encontrado cómo se pierde, año tras año, cosechas de varios
tipos ya obtenidas en los campos, sin culpa de ciclón alguno. Los mecanismos de
Acopio son peores que los ciclones, en ese sentido. Ninguna de las reformas,
ensayadas en sus estructuras en los últimos años, ha sido capaz de evitar esto.
Y si dejar perder alimentos en tiempos sin ciclón es una acción –para mí–
criminal, equivalente a cualquier acto contrarrevolucionario, ahora, después de
lo que ha pasado, ya no creo que se encuentren palabras que lo describan
correctamente. Yo recuerdo como el vicepresidente cubano Marino Murillo soltó en
una sesión de la Asamblea Nacional que a Acopio había que “volarlo en pedazos”.
¿Qué tal si empezamos ahora? Reconózcase la necesidad de respetar la libertad
para todas las cooperativas y pequeños agricultores, de comercializar libremente
toda aquella parte de su producción que el Estado no sea capaz de recoger a
tiempo. Impórtese de forma expedita la maquinaria necesaria para recoger
productos como el arroz, y déjese en manos de productores u otros agentes
interesados en hacerlas producir sin tanto trámite burocrático.
En el orden urbano, acábese de reconocer la necesidad de
surgimiento y foméntese las cooperativas de producción y servicios como las de
albañiles y otras de apoyo a la familia y la vivienda. Foméntese la creación,
asimismo, de cooperativas de consumidores, que pueden relacionarse de manera
simbiótica con las de productores. Por ejemplo, tres familias que no puedan
costearse viviendas por separado, podrían tal vez costearse una construcción de
tres pisos. Si este ejemplo no es feliz, estoy seguro que podrán encontrarse
muchos más que sí lo sean.
Otra cosa que se puede hacer, y que muchos claman, es la
restauración de la exención de impuestos aduanales para los productos
alimenticios. Esto se implementó ya una vez en ocasión, justamente, del paso de
otros ciclones. Aquí vale la pena entroncar con la política de hostigamiento del
bloqueo estadounidense, que dificulta las relaciones comerciales de nuestro país
con el mayor mercado del mundo, lo que objetivamente constituye también un
obstáculo para las labores de recuperación. Tanto la política de impuestos
aduanales como la del bloqueo son inmorales en estas circunstancias, y ambas
deben ser repudiadas. Claro que, al gobierno estadounidense, me es un poco más
difícil pedirle explicaciones o reclamarle obediencia, porque no soy ciudadano
de ese país ni voto en sus elecciones, pero a mi gobierno sí le puedo exigir
que escuche y acate la voluntad de su pueblo.
En realidad, las personas en la región afectada son las
que mejor saben cómo se les puede ofrecer un mejor apoyo, así que déjeseles
expresar sus criterios y oigamos sus voces con la mayor atención y respeto. No
se trate de poner camisas de fuerza a iniciativas de solidaridad que surjan
espontáneamente en el resto del territorio nacional. Más bien respétense y
facilítense donde quiera que nazcan, por parte de quien sea que diga estar
dispuesto a dar una mano sin quebrantamiento de la ley.
Finalmente, hay una manera de garantizar la distribución
cabal y honesta de los recursos asignados centralmente para las zonas afectadas,
que es mejor que la de poner a cualquier cantidad y variedad de agentes
inspectores, fiscales, contralores o los que sean. Si se conoce de manera
pública y transparente cuánto se destina a cada objetivo, por las manos de
quiénes pasa cada bien y a quién está destinado, difícilmente pueda darse
ninguna de las desviaciones que, tristemente, conocemos que se producen por
parte de muchos corruptos que medran en las cadenas verticales y secretistas de
administración de las cosas. No hay mejor inspector que el pueblo, pero para que
este tenga éxito, tiene que tener esa información. Si esto no se concreta, ya
veremos la repetición de viejos capítulos de fraudes y aprovechadores de la
desgracia ajena.
Sirva el mínimo esfuerzo que representa este escrito, para
solidarizarnos con el heroico y generoso pueblo de las provincias orientales
cubanas, así como el del resto de las provincias que fueron también duramente
azotadas por los flagelos de los ciclones tropicales, la burocracia nacional y
el enemigo imperialista.
Tomado de: Bubusopía
No hay comentarios:
Publicar un comentario